jueves, 14 de diciembre de 2006

Una cita pendiente


Cuando llegué a Caracas mi círculo de amistades era tan reducido que cada fin de semana, disfrutaba irme a caminar sola por el Parque del Este, el paseo Los Próceres o incluso ir a la playa en Choroní o la Guaira. Ir al cine una tarde del domingo sin compañía era toda una aventura.

La soledad no es una enemiga es una amiga que tenemos que traer a nuestras vidas con más frecuencia para tratar de encontrarnos con nosotros mismos y comenzar de nuevo.

No critico a quienes prefieren la compañía porque al ser casi una hija única —mis hermanos me llevan más de 18 años y estaban fuera de casa—, desarrolle una capacidad increíble para comunicarme con los demás. Mi pobre madre cuando llegaba a la casa luego de una jornada dura de trabajo, encontraba todo desordenado y full de niñas y niños. Armaba la fiesta infantil.

Siempre me decía: —Pero si no naciste enmorochada porque tienes que meter a tanta gente en la casa. No puedes jugar sola—.

Ahora recuerdo muy bien esas palabras. Eran como duras a una edad en la que uno lo que quiere es jugar y compartir. Pero esto lo tenemos que comprender todos. Tarde o temprano quedaremos solos y eso no se debe convertir en una tragedia para nuestras vidas. Al contrario, puede ser la oportunidad que estábamos esperando para crecer como personas y para volver a prepararnos para la compañía.

Si no sabemos disfrutar de nosotros mismos en soledad, menos vamos a saber caminar en compañía.

Por eso comparto plenamente la canción de Julieta Venegas, A donde sea.

“Tengo una cita pendiente con mi soledad,
para ver quien soy cuando nadie esta mirando.
Tengo una cita pendiente con la mujer que soy,
no la que fui hace tanto, ni la que ven los demás”

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