jueves, 20 de diciembre de 2007

Mi síndrome premestrual




No me da dolor de vientre, tampoco de cabeza, pero en cambio me da un guayabo tal que soy capaz de llamar al chico que en mi infancia hacia que llenara todos los cuadernos con su nombre encerrado en un corazoncito pintado con la tinta roja de un paper mate.

¿Cuál será ese impulso hormonal que nos hace a las mujeres estár más sensibles en las vísperas de aquellos días?

Que de chascos me llevaría si tan sólo le hiciera caso a uno de mis impulsos premuestruales:

-Saldría corriendo a abrazar al gordito que me dejó el corazón vuelto chicha. Y seguramente me respondería con una de sus ácidas frases célebres.
-Me reconciliaría con el tonto de mi amigo que me llamo insoportable y que sentenció que mi amistad “era una desgracia”, para luego volver a tropezar con la misma piedra.
-Renunciaría al trabajo para irme a vivir del aire puro en otro país y seguro despertaría con la chequera vacía y diciendo que “el pasado fue mejor”.

La humanidad femenina es extraña. Somos capaces de amar hasta la muerte y de odiar, pero también de perdonar y comenzar de nuevo. Y más cuando las hormonas andas como locas porque han cumplido su misión mensual.

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