Recuerdo claramente las madrugadas para ir a la playa cuando era niña. Mi mamá tenía la costumbre de preparar comida para llevar, el típico avío que llama la gente andina.
El balneario Macuto al lado del hotel Macuto Sheraton, hoy en proceso aparentemente de recuperación, era el escenario favorito de la familia.
La playa llena de gente hasta los tequeteques, no había manera de no mezclarse. Aquellos días de grandes autobuses que se agarraban luego de largas colas en el terminal del Nuevo Circo. Toda una aventura. Para mi el olor al mar comenzaba con esa cola en el Nuevo Circo, y luego ver asomarse el mar al cruzar los respectivos túneles de la carretera Caracas-La Guaira. Se me llenaba el corazón de alegría.
Así que mi tradición de bajar a la playa en camionetica esta totalmente arraigada a mis orígenes.
En el 2007, las colas para bajar a la playa se hacen en Capitolio, las camionetas parten para Catia La Mar, Caribe, Naiguatá, Ali baba, y otras y cobran entre 2.000 y 4.000 bolívares el pasaje. Si se es muy impaciente, se pagará más.
Con el viaducto nuevo el viaje promedia los 45 minutos a una hora. Quienes madrugan llegarán antes, quienes nos levantamos tarde nos calamos un poquito de cola, pero bien ambientada, al ritmo de salsa brava o regeton según sea la tendencia musical del chofer.
Como mi destino era Catia La Mar, la parada precisa fue la esquina del Mc Donald. De allí se agarra otra camionetica que pasa por los balnearios públicos (playa verde y compañía) , semi publicos (Marina Grande) o privados (Playa Grande).
En una de mis incursiones y regresando a la base de mi formación de paseos en camioneta, baje a Playa Verde; estaba a reventar. Como dicen por ahí: "Me di un baño de soberano".
Gente de todo tipo. Incluso amables que cedieron su silla plegable para mi señora madre (me salió en verso).
El regreso atareado de gente en la cola improvisada para agarrar la camioneta. Un chico borracho y mal oliente (lo confieso odio los borrachos), estaba a punto de sentarse a mi lado. Jalé literalmente a la hija de una pareja que estaba montada sobre otros niñitos y compartían un solo asiento, para que se colocara a mi lado y evitar la presencia desagradable del chico en estado de ebriedad. Y dije: "Que va no me calo borracho propio, menos ajeno". Y me libre de esa. La Camionetica al ritmo de regetón y de vez en cuando ballenato se enrumbó de regreso a Caracas.
La siguiente incursión la hice para Marina Grande: 30.000 bolívares la entrada y 15.000 bolívares para mayores de 65 años. El alquiler de las sillas 4.000 bolívares y un agua mineral de 500 mililitros 2.000 bolívares. La tranquilidad y limpieza de la playa, más las comodidades del baño no tienen precio, para lo demás existe Master Card.
A la salida, un taxi nos acerco a la parada de camionetas que salen para Caracas. Era nuestro día de suerte, por 4.000 bolívares el pasaje, nos montamos en una con aire acondicionado y pantalla LSD o Plasma + DVD y una película. ¡Viaje de primera! Al rodar, la peli comenzó: Francotirador o tirador, como prefieran. Pero no hubo ni cola, ni averiados en el camino y al llegar al liceo Fermín Toro, tuvimos que bajar de nuestra limosina de la clase media baja y baja. De inmediato, corrí al primer buhonero que se asomó y pague 3.500 bolívares por la susodicha película que una hora después termine de ver en casa.
Este es el turismo que nos queda, el turismo más socialista del siglo XXI. Ya tengo planeada la proxima escapada en camionetica, como en mis mejores tiempos. Porque simplemente hay que divertirse y utilizar los recursos que se tienen a la mano y no quedarse lamentando porque no se tiene carro propio.