sábado, 30 de junio de 2007

El costo de una decisión

Hace falta guáramo en la vida para tomar ciertas decisiones. Terminar una relación es una de ellas. Se requiere de una gran fuerza y determinación. Pero siempre habrá secuelas.

Ese guayabo sentimental que queda cuando se da por terminada una relación, no se elimina de la noche a la mañana. Particularmente quisiera no tener que pasar por estas cosas en la vida.

Comienzan a retumbar en mi mente muchas preguntas:

¿Y si las cosas hubieses sido diferentes?

¿Si no le hubiese dado tanta importancia a determinados problemas?

¿Será que la vida puede ser más simple y no preocuparnos por determinados asuntos?

¿Por qué no se llega a una comprensión del problema y se pasa la página?

¿Por qué anteponemos nuestro propio interés (casi siempre egoísta), para alejarnos de una persona que queremos tal como es?

¿Qué nos impulsa a tomar decisiones que hieren a las personas que queremos?

¿Cómo se puede reparar el daño?

Muchas de estas preguntas no tienen ninguna respuesta. Tenemos que aceptar que las decisiones que tomamos tarde o temprano tendrán una consecuencia negativa o positiva.

Tengo la sensación de que soy la responsable de que varias personas la hayan pasado mal. Con este escrito no creo lograr nada; pero por lo menos sirve de catarsis para reflejar que es necesario aprender de los errores cometidos. Nunca se llega a saber con precisión cuánto daño se ha hecho y cuánto daño nos han hecho con determinadas decisiones.

Cada persona asume las decisiones en la vida de forma distinta. Unos enfrentan la ruptura como una oportunidad para comenzar de nuevo, otros se quedan atrapados en una perpetua nostalgia, pensando en lo que no fue y puedo haber sido. Los más osados se atreven a repetir con una nueva o incluso con la anterior pareja.

Siempre he creído en el poder del perdón; pero cómo nos cuesta aprender a practicarlo. Siempre he creído en el poder del amor; pero cómo nos cuesta aceptarlo.

A veces es más fácil amar que dejarse amar.

lunes, 25 de junio de 2007

Las mujeres y el fútbol


Comienza la copa América y más de una mujer "cuaima", estará pensando su propia estrategia para evitar que su pareja se vuelque de lleno en el evento deportivo del año. Les tengo un truco, no se desesperen, integrense en la fiebre por el balón pie y déjense de tonterías.

¿Será compatible el fútbol con una relación amorosa? Creo que si. En una relación la tolerancia es fundamental, tenemos que entender que para ellos el fútbol es la vida, es la pasión que necesitan. No pueden respirar sin el fútbol.

Personalmente me encanta el fútbol. Viví en el 2005 la pasión Vinotinto en el estadio Pueblo Nuevo de San Cristóbal, un Venezuela-Ecuador en las eliminatorias para el mundial del 2006. Y nada más intenso que ese día. Me divertí como nunca. Fui sola al estadio, pero en las gradas una familia de fanáticos me cobijo y la pase de lo mejor. Nunca olvidaré ese día. Salí empapada por el chaparrón que cayó después. Mi pasión Vinotinto ya esta activa. Así que me compraré unas cotufas de esas de microware porque lo que vienen son "90 minutos del mejor deporte del mundo" como diría un comentarista de Espn.

¡Venezuela, Venezuela, Venezuela!

Joder cuánto daría por estar en Pueblo Nuevo.

domingo, 3 de junio de 2007

Vida de perros


Algunas de mis amigas, tienen el ritual de ir a la peluquería los fines de semana. Que si la manicure, o el pedicura religiosamente cada 8 días. El secado del cabello o hasta uno que otro corte y tinte para disimular las canas. Esto sin incluir aquellas que reservan hasta unas horas en un spa.
En mi caso personal, hace meses que no dedico un tiempo a estos quehaceres del arreglo personal, por falta de tiempo y dinero. Las grandes empresas comercializadoras de productos de belleza, como Univeler y Procter & Gambel tienen a los consumidores venezolanos como los que más invierten dinero en el cuidado personal de toda la región latinoamericana. Algo que no es despreciable, puesto que cada quien tiene derecho "por ahora", de gastar su dinero en lo que mejor le parezca.
Pero este fin de semana en particular, comprendí que la vida de perros puede ser envidiable. Ya quisiera ser una perra jajaja.
El sábado por la mañana mi mamá llevó a Muñeco (su perro poodel) al veterinario. Luego le cortaron el cabello, le arreglaron las uñas y lo bañaron. Total que me sorprendí de la cantidad de personas que acuden con sus mascotas a la peluquería canina en esta ciudad. Todo un mercado en crecimiento. Más de 50 perros se atendieron en la peluquería ese día. En total entre la consulta médica veterinaria, la peluquería, una bolsa de alimentos dietético especial para perros adultos pequeños de poca movilidad (casi que me compro una bolsa para mi, total lo que le faltaba decir en la etiqueta era "esperacial para divinamente rellenas y de 1 metro 49 centímetros de estatura que no hacen ejercicio") y una medicina, fueron 110.000 bolívares.
La última vez que fui a la peluquería a retocarme con un tinte el cabello y arreglarme el corte, pagué más de 100.000 bolívares. Ya estamos igualando los gastos de la vida de un perro. No se si las venezolanas seguiremos gastando tanto en el arreglo personal en tiempos de socialismo. Me imagino que si, porque si hay algo que siempre esta lleno los fines de semana son las peluquerías. ¿Será que los consejos comunales podrán financiar unos salones de belleza socialistas donde el tinte no cueste tanto? ¿O que en los megamercados a los que he ido, además de los cortes gratis ofrezcan planes solidarios para ocultar las canas, colocar reflejos e incluso hacer el desriz?
Una buena idea. Porque además, los tintes de cabello no son considerados productos prioritarios y no reciben dólares oficiales a 2.150 bolívares. ¿Sabrá esto Lina Ron? En cambio si se ofrece un servicio comunitario, pues se acabaría con el capitalismo de las peluquerías salvajes como Sandro y el Gobierno se anotaría un punto con las asiduas a los centros de Carmelo.